"No sé si soy clásico o romántico, dejar quisiera mi verso como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera". Antonio Machado

22 septiembre 2009

Frente al calor del membrillo

Primidi, 1 de Vendimiario de 216 (Hoy comienza un nuevo año en el Calendario Revolucionario)

Hoy por tercer día consecutivo están berreando los venados. El Sol se resiste a ser tapado por completo por las nubes y calienta los cuerpos en breves segundos haciendo más reconfortante el regreso a la sombra. La lluvia de los días anteriores y el sol de éstos, está verdeando a buen ritmo el pasto reseco durante todo el verano. Las granadas ya están maduras, dulces. El membrillo amarillo y orondo, esperando los últimos calores para madurar un año más en el momento apropiado. Las zarzamoras se han resecado demasiado, bien por exceso de temperatura, o bien por falta de agua, sea por lo que sea no están comestibles.

Al atardecer se levanta el viento del Oeste que dura alguna que otra hora, el Sol ralentiza su marcha desde mi ladera de poniente, dejando un color azul violáceo, transición entre el naranja que se marcha y el negro que lo persigue. Antares está muy bajo ya, en apenas media hora habrá sido eclipsado por las encinas del Riscal: esa larga fila de árboles que alabea el horizonte meridional de mi paisaje.

El barro de las últimas tormentas se ha secado, en este momento el suelo torna marrón oscuro las zonas más húmedas, delatando el tránsito natural de las escorrentías y los subálveos. El momento de que el pico o la escardilla maximizan su rentabilidad está pasando. El suelo se endurece y las piedras, esos fragmentos graníticos de formas concoides, vuelven a ser atrapadas por la arcilla hasta próximos y no lejanos chubascos.

Así es mi vida ahora.

Una crónica lenta y llena de acontecimientos tan sencillos como necesarios e incuestionables. Ante los que los ojos del hombre, mis propios ojos, se convierten en testigos incapaces de juzgar tanto y de tan antiguo. Observar. Qué felicidad más enorme que la que nos hace espectadores de nuestro Mundo y Vida.

Después de diez días viviendo en mi nuevo Mundo, me encuentro mucho más cerca mía. Por fin vuelvo a tener los pies en la Tierra, ya seca, y empiezo un largo camino para decidir si finalmente quiero o no quiero morir aquí. Si este pequeño rincón, este valle, hasta la semana pasada deshabitado, entre la Sierra de Huelva y la Faja Pirítica, será para mí Mi Lugar en el Mundo.

Ya les tendré al corriente de las primeras setas y de la montanera, porque el otoño se acerca y nadie va derogar su entrada ni para bien ni para mal.

SALUD

08 septiembre 2009

VOCABITUR UNA*

Duodi, 22 de Fructidor de 215

Con más ganas de escribir que momento inspirado propiamente dicho, hoy he paseado por las calles y fragancias de mi pueblo. Aunque Écija nunca fue pueblo a efectos reales, siendo ya nombrada como "Ciudad del Sol" desde el siglo primero de nuestra era.

Sin embargo, esta noche he paseado por el "pueblo" en su llana acepción, concretamente por el arrabal de Puerta Cerrada, mi barrio favorito. Nada turístico ni monumental, un puñado de manzanas que se extienden entre la Puerta de Osuna y la Puerta Cerrada, en el extramuros de la ciudad árabe, pero en el interior del recinto amurallado romano (el doble de extenso que el anterior), y que se mantuvo desocupado entre el Siglo IV y el XVI, y se volvió a edificar, 1200 años después, recuperando el que fuera su callejero original. Así que al recorrer la calle Alamillo (actual Rodríguez Marín), he paseado a todo lo largo de un cardo romano. Y es que los cardos de Écija no son Norte-Sur, sino un poco desorientados por ser perpendiculares al puente romano (mil veces reconstruido) sobre el Genil, uqe pudieran en origen ser incluso paralelos al río, gran eje de referencia de la ciudad, aunque los ríos tienen esa costumbre de ir cambiando su curso sin preguntar, y éste está además al menos tres metros más alto que hace 20 siglos.

En este arrabal de Puerta Cerrada, las viviendas son sencillas y funcionales, son viviendas pensadas básicamente para sobrevivir en ellas, con un patio, necesario para la Calor de las tardes y noches de verano, y una planta alta para las recurrentes inundaciones del arroyo de la Argamasilla, reencauzado en la antigua cava de la muralla. Fachadas frugales y tenues, calles sin aceras, plagadas de parches de cementos sobre el arcaico empedrado de bolos cuarcíticos blancos y pardos.

Luces y sombras entre callejuelas y barreras**. Porque Écija, con mucho, es para mí mi primera luz y mi primera sombra. Mis primeras decepciones del Mundo, y mi pozo insondable de sabiduría e ignorancia. Es la belleza y la insolencia de sus grandes monumentos (torres y palacios), y la dulzura casi inapreciable de su callejero cutre, vano, casi fatuo.

Es la cuna de mis grandes amigos, y de tantos seres dañinos que conozco y alejo a partes iguales.

Soy tan incapaz de vivir en ella, como de dejar de regresar. Disfruto los encuentros que me van mostrando mis años recorridos, viejos amigos o conocidos, cada vez más viejos, en general con más hijos y menos pelos.

Soy en parte Écija y no reniego de ello, pero Écija es también en parte algo de Yo mismo, y eso me permite odiarla con cariño.

Para todo aquel que sienta curiosidad en conocerla, que parta de la idea de que es mucho más y mucho menos de lo que le han contado: Es mi Sancho y mi Quijote; mis rincones de los ochenta llenos de amigos; mi calor bendito; mis charlas eternas hasta el amanecer; mi historia y la Historia de los míos.

Que nadie dude en preguntarme sus secretos y sus verdades.

SALUD

* Vocabitur Una: "Sólo una será llamada..." Fragmento en latín del escudo de la ciudad que reza que sólo una será llamada Ciudad del Sol. Civitas Solis Vocabitur Una.

** Barrera: Localismo ecijano que define las plazas cuadrangulares que surgen a modo de recorte o ensanche en su tortuoso callejero.