"No sé si soy clásico o romántico, dejar quisiera mi verso como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera". Antonio Machado

26 noviembre 2014

So dressed, so naked.

Quintidí, 5º Frimarie CCXXIII

People who dress over their cloths.
People naked under their masks.
People dancing stupid songs
and eating words like lambs.

Waves striking over the beach of my knowledge,
testing the white sand of my hair,
sailing the ways of my History,
timing the watch against Lent.

I Bless yours teeth with my tongue,
I dream with your body myself,
trying to sharpening your live with the stone:
black pebbles of rain and melt.

My Soul is breathing hard
catching the stars and the Moon,
while you strike softly my heart
when I am between the grass and you.


HEALTH

14 septiembre 2014

Detente caminante.

Septidí, 27 de Fructidor de CCXXII

Detente caminante
un momento a ver el valle,
a observar los detalles,
a absortarte un instante.

El pino en su lugar,
el álamo temblando,
el viento galopando
y allá brillando el mar.

La sombra del berrueco
se alarga cual puñal
en el ambiente otoñal
que anuncia el ciervo y su eco.

El prado ya rebosa
de pezuñas y de sol
y espera el arrebol
lábil la mariposa.

Mírate también tú:
tu pasmo y tu jadeo,
tus guantes de boxeo,
tu planta de abedul.

Mírate tu también,
que un instante es la vida,
un as, no es la partida,
aunque así sea, sea amén.

SALUD

08 julio 2014

Una joven y más de dos mil palabras.

Octidí, 18 de Messidor de CCXXII

Habíamos estado más de dos horas conduciendo por el desierto, y llevábamos no menos de una recorriendo el oasis longitudinal que supone la vega del río Nazca. En el que los escasos chacareros eran amables y abiertos ante la visita ocasional y extraña que suponía la llegada de nuestra brigada de muestreo.

Finalmente encontramos lo que podríamos llamar un pueblo. De alrededor de sesis edificios de mampostería y otros 15 ó 20 habitáculos construidos en esteras de carrizo revestida de barro.

En una de estas chabolas reforzada en sus flancos por la presencia de dos construcciones propiamente dichas, delataban los carteles de Inca Kola la existencia de un local expendedor.

La tarde había sido fructífera, apenas daba tiempo para un punto más y era el momento idóneo para tomar un refrigerio.

Entramos en el local sin ventanas. La vista tardó en acomodarse en el paso de la claridad exterior a la oscuridad. En su interior una única estantería de madera con escaso género de productos no perecederos: galletas, bolsas de patatas, y un surtido de latas y botellas de bebidas sin alcohol. En cuanto a producto autóctono apenas unos cartones de huevos. Como casi siempre nos decantamos por Inka Cola, la gaseosa local, en botella de litro y medio de casco retornable, y un paquete de galletas.

Como no podíamos llevar la botella nos acomodamos en la oscuridad entre sillas de plástico y un banco corrido de madera.

La joven de detrás de la barra era de las más bellas que habíamos visto en la región: tez oscura, cara angulosa, ojos serenos. Apenas emitió más de cinco palabras seguidas. Su timidez y su falta de trato con foráneos no se lo permitía. Sin embargo nos miraba sin parar, en una mezcla de vigilancia y miedo.

Como el trabajo no nos daba muchas oportunidades de posar, propuse al grupo hacernos una foto en aquel local singular, pensando que la joven podría hacernos el favor. Pero mi mayor sorpresa fue su respuesta: "No sé señor, nunca he hecho una foto". En ese momento no reparé en la gravedad del asunto, me limité a explicarle que se pusiera junto a la puerta, mirara hasta vernos a los tres en la pantalla y apretara el botón más grande.

La chavala, por vergüenza, no quería salir de detrás del mostrador, y me preguntón si no la podría hacer desde allí mismo. Le dije que como quisiera, pero que saldría oscura. En su primer intento comprobó que salía oscura y cruzó la habitación hasta ponerse junto a la puerta. Cuando hubo hecho algo parecido al encuadre, me preguntó en dos ocasiones consecutivas: "¿Machucar no más, señor?". - "Sí, machuca, machuca el botón" - Contesté. E hizo la primera fotografía de su vida. "¿Le importa hacer otra, señorita?". Y machucó de nuevo el botón, con mayor confianza y mejor encuadre que en la anterior.

Ese mismo día, al anochecer, estuve dándole vueltas al asunto: acerca del abismo que separa a los seres humanos. A las circunstancias que no han permitido a esta joven, de ojos negros y poca conversación, en sus cinco lustros aproximados, expresar con imágenes las palabras que difícilmente acierta a extraer de su boca.

SALUD

PD: Acompaño este texto con la primera fotografía realizada por la chica, de la que desconozco su nombre.

24 marzo 2014

Vértigo de singladura

Tridí, 3 de Germinal de CCXXII

Varítono del tono de mi vida,
soprano de mis deudas terrenales,
esófago que añuda mi partida,
peldaño de mis daños veniales.

Sencilla tú, en tu pensar complejo,
perplejo yo, de tus mil maravillas,
silencio que reflejan los espejos
del bosquejo de las calles de Sevilla.

Cabeza, ceja, frente, ojo:
piragua de las mansas manzanillas,
debajo de las lanzas que te arrojo
se ensalza mi sabor con tu vainilla.

Pasión de tí, pensión de mí, de nada,
gracias a la Tierra y al paisaje,
destino de mi letra enamorada,
vecina ya al final de este viaje.

Volverán las oscuras golondrinas
a la tarde futura en que no estemos
y el lamento de su piar que opina:
"solo se vive la vida que perdemos".

SALUD

17 febrero 2014

Necesitamos culpables.

Octidí, 28 de Pluvioso de CCXXII

Hace unos días escuché en la radio que se había lanzado una nueva campaña para desenmascarar, localizar y detener a los nazis responsables de crímenes contra la Humanidad, y se pedía públicamente la participación ciudadana.

Parece una lacónica llamada, que oculta la intención de parar el tiempo que se escapa inexorable para tratar de seguir taponando nuestras mayores vergüenzas europeas.

Pero sin embargo, ¿Qué se podría conseguir con esta búsqueda forzada y a deshora?

Si echamos números, en el año que acaba de empezar harán 69 de la derrota alemana (llamémosla Nazi, para no zaherir a nadie, aunque realmente allí participó un país entero), con la consecuente liberación de aquellos campos de exterminio (aunque otros vendrían luego, sin contar los que aún restan por llegar). Es decir, que en el año en curso, ancianos con 90 años que se pudiera demostrar que hubieran formado parte de la guardería de los mismos (está graciosa la polisemia algunas veces) tendrían por aquel entonces: 21 años.

¿Qué responsabilidad real de culpabilidad se le puede pedir a un individuo que en el inicio de su juventud forma parte de un sistema jerárquico preestablecido (los primeros campos se abrieron en 1933) formado por miles de personas de mayor edad y rango militar? ¿Acaso los demás no recordamos cómo era el mundo que nos rodeaba a los 20 años? Muchos tenían incluso hora de volver a casa.

En la conferencia de Yalta, Stalin propuso para saldar deudas fusilar, al final de la guerra, a los 50 000 oficiales de mayor graduación del ejército alemán, ante lo que Churchill se negó indignado. Quizá fue aquel el momento de abrir procesos sumarísimos de todos los responsables, por muchos miles que fueran, y no sólo del puñado de generales, jefazos y ministros representados en Nuremberg.

Ahora, se quiere hacer justicia con cuatro gatos, que no eran nadie en aquel entonces, (y seguramente ni hubieran entrado en las pretensiones fusilatorias del Camarada Pepe) quizá los envidiamos por su genial longevidad, y sin que a día de hoy podamos demostrar que mataran a mil, a uno, o quizá que tan sólo se callaran viendo matar a su alrededor. Quizá perdamos la perspectiva de que durante aquellos seis años murieron por causas no naturales más de 25 000 personas diarias (y para eso hacen falta muchos asesinos); que las necesidades y las pasiones vividas, apenas son extrapolables a ningún otro momento de la Historia reciente. Y sobre todo, muy por encima de Todo, que seguimos teniendo líderes sanguinarios, oficiales despiadados y la jauría misma que conforma la Guerra, cometiendo atrocidades a unas pocas horas del calor del hogar.

Quizá no se deban esperar 60 ó 70 años en desfacer desmanes y administrar justicia (si es que ésta existe). Que si Occidente calla: en realidad otorga. Que no sólo hay barbarie en los ejércitos derrotados, los que no cuentan la Historia. Y que sólo somos la resultante de la Historia, no la Historia misma, que lo que queramos cambiar lo tendremos que hacer hacia adelante, que el pasado no tiene arreglo.

SALUD

03 febrero 2014

Los fantasmas de tu pueblo.

Quartidí, 14 de Pluvioso de CCXXII

Pasé por tu pueblo y me acordé de ti,
de tus labios granates, tus ojos negros,
el brillo de la noche en mi recuerdo,
el eco de la tarde en que te conocí.

No fue voluntario, tan sólo un descuido,
perdí la templanza y olvidé tu olvido.
Volví de repente a lugares lejanos:
al mar de la niebla, al largo letargo.

Anduve por tu pueblo y me acordé de ti.
La fuente en la plaza, tu voz, tu jazmín.
El tren que silbaba, el olor a brea,
tu padre, la barca, la mar, la marea...

La enorme tormenta en los arrabales,
mil lupas de lluvia tras mis cristales,
el frío en el cuerpo, el fin, la soledad,
el miedo a mi Miedo a la Libertad.

Me voy de tu pueblo y me alejo de ti.
Vuelvo a la risa alegre de cuando no existías,
con mis alas azules de ir y de venir,
y el trago del camino que tocara ese día...

...me alejo de tu pueblo y me olvido de ti.

SALUD

13 diciembre 2013

De veces en cuando.

Duidi, 22 de Frimario de CCXXII

Unas noches me siento constelación menor, de cielos altos. Inalcanzable al abrigo de mi corta estatura. Y otras me hallo estrella guía, blanca y clara, que lleva a navegantes hasta el otro lado de la Historia.

Algunos días amanezco, chorreado de rocío, escarchadas mis bisagras, como puerta desvencijada sobre el prado en abandono. Otras mañanas: luzco brillo de Sol en el estanque, primer rayo del futuro y agua clara para el día. Unas veces bajo los brazos y caigo rendido, del peso de las uñas que me muerdo. Angustiado. Otras veces alzo las manos y los mismos dedos gritan en las cuerdas del viento, como el solpo que mueve las puntas últimas de la encina.

Unas tardes no me paro en los espejos, y corro a buscarme allí donde no estoy, donde no estamos. Y vuelvo sin encontrarme, un tanto perdido. Sólo animado de volverme a buscar mañana.

Y hay tardes como hoy, que miro hondo, cual pantalán al lago. Que me busco a mí mismo en el interior de tí misma, y veo mis largos cimientos inseparables de tu fondo. Y una gota salada toca tu dulzura, pero todo sabe alegría.

SALUD